¡Sal de tu zona de confort!
El maestro enseñaba sobre el Reino desde una barca en la orilla del mar. A la multitud le hablaba en parábolas, pero a sus discípulos cercanos les explicaba su significado. Disfrutaban de una posición privilegiada y una conexión especial con él. Estar allí, recibiendo sus enseñanzas, era lo máximo. ¿Quién querría abandonar ese lugar de privilegio? Además, ya era tarde y Jesús había pasado largas horas hablando a las multitudes. Parecía que sus enseñanzas y su labor habían sido suficientes.
Sin embargo, aún quedaba más por hacer. "Cruzaremos al otro lado", les dijo Jesús. Esto implicaba moverse, incluso en horas inusuales ("cuando llegó la noche"). Debían abandonar esa zona de confort y seguridad.
Así que respondieron a su llamado y "partieron tal como estaban". Estaban familiarizados con el mar y la barca; era su trabajo. Era una rutina. Actuaron mecánicamente, sin preparativos. Se sentían seguros y cómodos escuchando al maestro y manejando su embarcación, como siempre lo hacían.
Nosotros, como discípulos, a menudo disfrutamos recibiendo esa enseñanza personalizada que nos hace sentir especiales. Somos como un "pequeño pueblo feliz" al que la palabra ayuda en sus rutinas diarias.
A menudo deseamos quedarnos resguardados dentro de nuestras congregaciones con largas jornadas de servicio ministerial. La rutina del servicio puede convertirse en comodidad, monotonía y hábito. Servir a Dios dentro de nuestras iglesias y con los más allegados es lo que siempre hemos hecho y sabemos hacer bien. Nos sentimos cómodos allí.
Un concepto muy presente en la actualidad es el de la zona de confort. Es ese estado que nos ayuda a vivir una rutina, sin sobresaltos, en una burbuja de comodidad. Sin embargo, permanecer dentro de ese espacio lleno de sensaciones placenteras puede hacer que no avancemos, que no aprendamos cosas nuevas y, en nuestro caso, que no crezcamos espiritualmente.
Sin embargo, Jesús continúa retándonos a "cruzar al otro lado", a enfrentar nuevos desafíos, a vivir nuevas experiencias. Hay cosas nuevas por aprender, lugares nuevos por explorar, personas a quienes necesitamos alcanzar. Todo esto no será posible si no aceptamos el desafío de abandonar nuestra zona de confort y ponernos en acción.
¿Cuál es el desafío que Jesús te presenta hoy? ¿Cuál es la zona de confort que debes abandonar para avanzar?
Señor, sabes que me siento muy cómodo en zona de confort, rodeado de hermanos en la fe que comparten mis creencias. Estoy tan acostumbrado que a veces hago las cosas en piloto automático. Pero es allí donde escucho tu llamado a ir, a cruzar al otro lado. Hoy salgo de mi zona de comodidad en la fe y acepto tu desafío.
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